La olivina forma parte del principal componente del manto terrestre. Por lo tanto, se encuentra presente en la mayor parte de la corteza de la tierra. Este mineral está compuesto por magnesio y hierro. Corresponde al grupo de los silicatos y le debe el nombre a su característica tonalidad verdosa, que puede variar dependiendo de su composición química.
Historia y origen de la olivina
El origen de este mineral se remonta al año 1.500 a.C. aproximadamente, donde su estructura cristalina con forma de gema era comúnmente conocida como “peridoto” y tenía bastante presencia en las antiguas civilizaciones de Egipto. Los especialistas en historia solían relacionarla mucho con las joyas de los faraones y reyes de aquellas épocas, especialmente con Cleopatra.
Gracias a su variedad de tonalidades, solía ser clasificada como diferentes minerales, además, dependiendo de la cultura se podía llamar de diferentes formas. Su brillo representaba una gran ventaja para los expedicionistas y obreros que iban en su búsqueda, ya que facilitaba su identificación y recolección. Por otro lado, estaba considerada una piedra preciosa y de gran valor en las regiones griegas, ya que pertenecía a la joyería de la realeza y su posesión era bastante resguardada. Tanto así que el robo de una de estas piezas tenía como castigo la muerte.
En la cultura, la mitología y la religión tiene mucha presencia y diferentes significados a la vez, incluso cuenta con su propia leyenda que relata su origen en una de las islas Canarias. Leyenda que comentaremos a continuación. Por otro lado, también representa el dolor de la diosa del fuego en la mitología Hawaiana. En la biblia forma parte de la armadura de Aarón, quien era hermano de Moisés.
La leyenda de la olivina en Lanzarote
Hace muchos años, cuando la tierra de Lanzarote aún estaba caliente por el fuego de los volcanes, los campesinos y pescadores convivían en la costa, buscando brisa marina y sustento para sus familias. En la isla, todos conocían a Tomás el viejo y sus cabras. Un anciano campesino que vivía más allá de las Playas de Papagayo, en el macizo de Puerto Mulas. Durante el verano, su nieta Olivina, una adolescente de piel morena tostada al sol y ojos verdes, pasaba con él los días para ayudarle a ordeñar las cabras y con las tareas del campo. La niña tenía la cabeza en las nubes, pero su cariño y compañía hacían que el viejo Tomás estuviera encantado de tenerla con él.
Un día, el sol de Lanzarote abrasaba más que de costumbre y el viejo Tomás volvió a casa con el rostro muy caliente y fuertes temblores. Todo apuntaba a una insolación y Olivina se apresuró a cuidarlo, pero el viejo no mejoró durante esa noche. Las cabras debían seguir pastando o si no también enfermarían por las altas temperaturas. Tomás no tenía más opción que darle permiso a Olivina para que las sacara a pastar ella sola. Temeroso de cómo Olivina pudiera conducir al ganado, la advirtió de no alejarse mucho, de buscar zonas seguras. Pero,sobre todo, le dijo lo siguiente: “queda en tu mano cuidar a las cabras, no permitas que le pase nada a ninguna”. Dicho esto, Olivina se preparó e hizo el mismo recorrido que su abuelo hacía cada día intentando estar lo más atenta posible.
Sin embargo, después de un rato de pastoreo, Olivina comenzó a pensar y distraerse con los paisajes y las flores. Queriendo animar a su abuelo a la vuelta, pensó en llevarle flores. Cuando terminó de recogerlas hizo recuento del ganado y se dio cuenta de que le faltaba una cabra. Cuando levantó la mirada, la vio subida en un desfiladero sin poder moverse. Olivina corrió hacia ella y con cuidado, pero firmeza, agarró una de las patas del animal, pero este se asustó, cayendo por el precipicio.
Olivina estaba asustada y desconcertada, pero en ese momento la invadió el sentido de responsabilidad que la empujó a preocuparse por el resto del ganado. Su prioridad en ese momento estaba en llevar el resto del ganado sano y salvo a casa. Logró hacerlo, pero eso no le impidió salir corriendo hacia la orilla del mar donde comenzó a llorar desconsoladamente y entonces pasó algo extraño.
De sus ojos verdes comenzaron a brotar lágrimas de ese mismo color. Lágrimas verdes que el mar recogía en forma de gotas que no se diluían en el agua salada. Observando lo ocurrido, un grupo de gaviotas, guardianes del cielo de la diosa del volcán Timanfaya, se entristecieron y le contaron a la diosa lo ocurrido. Aturdidas por el sufrimiento de la niña descendieron de los cielos para recoger en su pico las pequeñas lágrimas. Se las hicieron llegar a la diosa Timanfaya, quien pidió que las sepultaran en las piedras de su volcán.
La magia ocurrió cuando piedra y lágrima se unieron formando lo que hoy conocemos como Olivina. Hoy, la tradición nos dice que debemos llevar una de esas lágrimas en recuerdo de la unión entre la bondad humana y los volcanes de las islas.
Canarias es una tierra con mil cosas para ver, explorar y conocer. Si estás interesado en conocer más datos interesantes sobre las Islas Canarias, su cultura y sus tradiciones, te dejamos a continuación el enlace a la sección Cultura y tradiciones.
Paula Vera
Fotos: es.wikipedia.org, Telecinco, El Mundo