Muchas fotos tomadas en Timanfaya podrían pasar por paisajes del planeta Marte, si no fuera por el azul del cielo y el mar. Los volcanes y campos de lavas vírgenes de este parque nacional situado junto a la costa occidental de la isla de Lanzarote constituyen uno de los espectáculos visuales más pintorescos de archipiélago canario. Un lugar mágico que ha dado espacio a multitud de historias y leyendas entre ellas: El diablo de Timanfaya.
La calidad ambiental de Timanfaya es tal que para conservarlo mejor solo se puede acceder a determinadas zonas, a algunas de ellas tras pagar una entrada. Sin embargo, la oferta de actividades disponible es fascinante. Los niños disfrutarán sintiendo el calor que emana entre las rocas del dormido volcán. Los más intrépidos subirán a lomos de un dromedario y visitarán paisajes volcánicos multicolores. Y los enamorados de la ciencia podrán saciar su sed de conocimientos en el estupendo centro de interpretación de Mancha Blanca.
Un parque nacional de 5 000 hectáreas
Inalterada por la mano humana, ni la vegetación ni el clima, el Parque Nacional de Timanfaya ha tenido tiempo de modificar la belleza pura de su tierra roja y azabache Reserva de la Biosfera de la Unesco.
El parque nacional de Timanfaya es un espacio natural protegido español situado en los municipios de Yaiza y Tinajo, en la isla de Lanzarote. En 2020 recibió 1 655 772 visitantes siendo el segundo parque nacional en número de visitas de Canarias, tras el parque nacional del Teide en la isla de Tenerife.
Fue declarado parque nacional el 9 de agosto de 1974. Es la tercera área natural protegida de Canarias en ostentar esta designación, así como la primera y única de toda la provincia de Las Palmas.
La leyenda del diablo de Timanfaya
Cuenta una antigua leyenda canaria que el 1 de septiembre de 1730 en Timanfaya se estaba celebrando una boda. Los afortunados en aquella ocasión fueron una pareja conformada por el hijo de uno de los habitantes más pudientes de la isla y una hermosa joven cuya familia se dedicaba al cultivo de plantas curativas.
Dicen que, en mitad de la ceremonia, una gran explosión hizo temblar la tierra. Del cielo comenzaron a llover cientos de rocas y pedazos de lava que destrozaban todo a su paso. Como no podría ser de otro modo, todos los invitados a la boda y los habitantes del pueblo huyeron despavoridos en busca de refugio. Muchos se salvarían, sin embargo, en esta ocasión el destino quiso que la desgracia cayera sobre la joven pareja.
Una gran roca procedente del volcán aplastó a la novia, dejándola sepultada. El novio, al ver la escena, tomó una forja de cinco puntas para intentar mover la enorme piedra y salvarla. Pero cuando al fin lo logró mover la gran roca, para desgracia de ambos, tristemente se percató de que su amada había fallecido.
Entre su desesperación y el sentimiento de desolación, sin soltar la forja, tomó el cuerpo de su esposa. Empezó a correr por el valle buscando refugio, pero ya ningún lugar del mundo podría ofrecerlo.
A pesar del humo y las cenizas, algunos habitantes del pueblo pudieron divisar en una colina al joven iluminado por la luz de la luna. Este levantó la forja de 5 puntas con sus dos brazos y, antes de desaparecer en el ardiente terreno de Lanzarote, los testigos allí presentes suspiraron de pura tristeza: “pobre diablo”.
Paula Vera
Fotos: holaislascanarias.com, nationalgeographic.es